Por José Guadalupe Bermúdez Olivares
El bue vivir, es una expresión que se interpreta dependiendo de la posición ideológica que se tenga, es un concepto sistémico, es decir que no se puede imaginar aislado sino como parte de otros muchos elementos de la vida humana y de la relación del hombre con la naturaleza. En uso común del término, desde la cotidianidad, el buen vivir lo relacionamos con una vida deseable, donde estamos bien, con nosotros mismos y con los demás, con el entorno social y natural; en esta conceptualización ubicamos el problema de identidad individual y social, la equidad y la sustentabilidad, como grandes categorías que nos ayudan a entender el mundo.
Es verdad que cada palabra que busca construir un concepto del buen vivir es de debate, donde acuden intereses y opciones intelectuales que pueden estar o no de acuerdo, se pierde el consenso del término cuando cobra significados diferentes. Derrida (1967) identifica al menos tres maneras de entenderlo: una indigenista que lo relaciona estrechamente con la identidad y lo ve como objetivo; la socialista que lo relaciona con la equidad y la relación con los demás, es decir, con un ente colectivo; y, una ecologista que lo va a relacionar con la sostenibilidad. Y sin duda, el término buen vivir es político en un contexto de lucha donde la identidad, la equidad y la sostenibilidad son demanda y objetivo social.
El aporte de las diferentes corrientes ideológicas que hacen al Buen vivir es bueno, contribuye a procesos de mejora de las sociedades donde habitamos. La concepción indigenista aporta a la cosmovisión de los indígenas latinoamericanos, quienes lo entienden como una vida en plenitud, del encontrarse a sí mismos con la madre tierra, pero dejan en segundo plano el objetivo de la equidad y la sostenibilidad, aunque se liga con otros términos propios de su contexto, como el de autodeterminación de los pueblos indígenas y la recuperación de las tradiciones ancestrales y espirituales. Por su parte la versión socialista lo interpreta como un tipo de vida donde el desarrollo es moderno y revolucionario, para lograrlo proponen un modelo de desarrollo que busca esencialmente la equidad, con clara transformación de las bases productivas, con esta idea se han generado verdaderos movimientos latinoamericanos, desde México hasta Bolivia y son parte del lenguaje de los gobiernos progresistas. Los proponentes de esta corriente de pensamiento también aspiran a transformar los sistemas socioeconómicos latinoamericanos en sistemas socioeconómicos poscapitalistas, en economías con mercado, pero no de mercado, donde las entidades de la economía social y solidaria (Coraggio, 2007) desempeñan un papel protagónico; de hecho, el poscapitalismo es el propósito último del uso que hacen del buen vivir.
En contraparte el movimiento ecologista explica el buen vivir como esa relación de desarrollo donde se une la creación de procesos locales con la participación social para lograr la sostenibilidad en cada comunidad, que los pobladores tomen conciencia de la defensa de la naturaleza y con ello logren el buen vivir. Puede notarse que no hay objetivos de identidad y de equidad.
Y la posición que reúne a todos, desde la identidad, equidad y sostenibilidad es la del cooperativismo, al vivirse con plena conciencia de los alcances de sus principios cooperativistas, porque con ellos caminan a la par los procesos de identidad, pues se valora la capacidad y alcance que tiene el ser humano para lograr lo que necesita, se descubre a sí mismo y, lo mejor, lo hace desde propio colectivo, donde permea un hilo conductor que lo transforma, el de la solidaridad. Identifica que su lucha individual y aislada le será siempre complicada y le hará estar mal con muchos, tratando de vivir bien sin importarle los demás. La equidad es parte de su proceso democrático y de su conciencia de que otros podrían necesitar más que él mismo, entonces la solidaridad hermana al colectivo; la relación con la naturaleza será siempre parte de su vida cooperativa, en cada acto se mezcla la identidad, la equidad y la solidaridad.
Ir hacia la vivencia cooperativa, es hacerlo hacia una nueva economía, una Economía Social y Solidaria (ESS) que tiene una práctica milenaria y más recientemente, se reconoce a partir de la experiencia de Los pioneros de Rochdale en 1844 cuando se aventuraron a romper con las leyes del mercado que los ahogaba y echaba a la calle, desde entonces se rompe la ide de que la economía busca la máxima utilidad y ganancia a expensas de la vida humana y natural, se reconoce al sujeto social.
Por eso el buen vivir se convierte en una bandera del movimiento cooperativista
Derrida, J. (1967) Of Grammatology (Baltimore: John Hopkins University Press, 1997).
Coraggio, J. L. (2007) ‘La economía social y la búsqueda de un programa socialista para el siglo XXI’, Foro, 62, (Bogotá: Ed. Foro Nacional por Colombia), pp. 37-54.
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